Essentis es el ser.

El ser esencial, puro, inmutable, que se mantiene hasta en las situaciones más adversas. El descubrimiento de ese ser supone una aventura en sí misma.

Desde que nacemos, vamos aprendiendo formas de estar en el mundo, de relacionarnos, de interpretar lo que nos rodea. Nacemos libres de prejuicios, espontáneos. Con nuestro ser esencial abierto al mundo.

Conforme pasan los años, en nuestro anhelo de amor y aceptación, vamos interiorizando patrones de conducta familiares, los asumimos como propios, nos identificamos con ellos. Sufrimos “heridas” afectivas, y, de forma progresiva, vamos desarrollando una coraza protectora que nos distancia, tanto de las personas, como de nuestra verdadera esencia.

Cuando esta carcasa está más engrosada, empezamos a tener tropiezos: en el trabajo, con nuestra pareja, familia, amigos. Sobreviene en muchas ocasiones una crisis, una rotura, un derrumbe, todo nuestro mundo parece tambalearse. Aunque estas crisis, si las aprovechamos, pueden suponer algo más. Un tropiezo puede ser el impulso que nos proyecte hacia delante.

No podemos avanzar cuando vemos el mundo desde nuestras heridas, propiciando la repetición de bucles que nos lastran en los distintos aspectos de nuestra vida. Los tropiezos en piedras similares pueden ser indicativos de la existencia de estos bucles.